Madre

Herida, caída, débil, agotada, asustada.

Como una niña pequeña se deja llevar de mi mano, se aferra a mi mano, un día pequeñita en las suyas y hoy su apoyo y su ánimo. Me mira ansiosa, buscando en mis ojos la fuerza que le falta, como una niña. Como papá, cuando estaba herido ya, débil, recuerdo esa extraña sensación, indescriptible, qué ironía, tener las manos de tu padre entre las tuyas, dándole fuerza, calor, a sus manos siempre calentitas, que siempre fueron mi refugio y consuelo, de niña.

La vida, al fin, exige su tributo, nada podemos hacer, sólo puedo alegrarme por tener la oportunidad de poder ser su ayuda y calmar sus angustias y sus miedos, en la recta final, la sangre se abre camino, y el amor, y el cariño, y eso es lo que nos vamos a llevar, y eso es lo que espero dar, a pesar de tantas peleas, tanta incomprensión, tantos malentendidos, y tanto conflicto, al final, poder decir: te quiero papá, te quiero mamá, y que lo sientan, que sientan que pese a todo, los has querido, los quieres, y que todas las chorreces de la vida, ahora no tienen ningún sentido, que son esos ojos, esas manos, esas caricias, esos abrazos los que importan, que te necesitan, y tu estás ahí.

Un día dije que lo único que me importa es saber que aquellos a los que quiero, saben que les quiero. En vida, cara a cara, sin regateos.

Qué momentos, Dios.

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