Renacer

Dicen que de las muertes podemos sacar vida, aprendemos a valorar el tiempo, ‘que ahora estás aquí y dentro de un rato, no se sabe, María de los Milagros’.
Ahora me pilla con una edad más delicada y también más sabia, y deseo, necesito cuidarme mucho más, y disfrutar lo bueno de lo malo de lo que me quede.
También a no preocuparme por lo que no puedo solucionar, ni por lo que no depende de mi.
El mejor homenaje a los que se han ido es haber aprendido algo valioso:
A mandar al carajo y quedarme tan pancha.
A buscar los momentos que me hacen bien y a saborearlos sin ninguna culpabilidad.
A reír y que me duelan las costillas precisamente por eso.
A decir que no me gusta.
A sentir lo que me da la gana.
A irme al carajo.
A ir y venir, o quedarme.
A reposar lo que necesite, o parar y que esperen.
A que me importe un pito lo que piensen los demás.
A gritar si me duele.
A olvidar.
A no saber.
A aprender.
A descubrir.
A vivir para mí.
A vivir, y ya.

Mascotas

He tenido y criado bastantes perretes y todos tienen su puntito de carácter y temperamento que los hace únicos y especiales. Haría un blog para cada uno, pero soy mú vagancias.

Quiero hablaros de Luna, una perrita que nunca "valió para nada" porque tuvo la mala suerte de nacer en el corral de un desgraciado que se aprovechaba de su madre y la tenía pariendo camadas y vendiendo los cachorritos a buen precio.
La encontramos en una cochiquera, si se podía llamar a eso así. No había visto la luz del sol, ni respirado aire, apenas podía andar, siempre tuvo poca fuerza en las patas de atrás y torcía un poquito la cadera al andar. Estaba descalcificada y escuálida. Tenía pánico. Tenía 2 o 3 meses.

Nos miramos, la compramos, bastante cara, por cierto, hubiéramos querido poder llevarnos todas las crías y la madre para apartarlas de aquél peligroso animal de 2 patas con escopeta.

La tuvimos en casa, la criamos, vitaminas, ejercicio, y la sacamos adelante.

"Nunca valió para nada", era preciosa, te miraba así, con sus ojos redondos y marrones, que decían tanto…
Le faltaban muchas aptitudes físicas y le sobraba cariño y dulzura, siempre con esa pequeña timidez que da el sufrimiento más duro.

Luna se fue, cuando le tocó, después de una vida pacífica y respetuosa.

Me acuerdo mucho de todos mis perretes, Luna fue especial, es el único animal que he comprado, para salvarlo.

No son juguetes ni están ahí para tu provecho, respeta a los animales.

Sorpresa

Por fin llegó Abril, el cielo se llena de trinos y gorgoritos, acrobacias y escaramuzas aéreas, el aire trae nuevos olores, y la tierra se llena de nuevos colores y vidas.

Y tuiter se llena de cernícalos, desde la ventana de Ana, y de otras muchas personas que aportan sus experiencias propias, nos hemos acostumbrado a mirar la vida todo el año ya, porque Ana y su ventana son casa, un lugar acogedor y lleno de sensibilidad para poder observar y compartir la vida. Un verdadero hogar de cernícalos y personas.

Y descubrir que en tu barrio, en tu ciudad, también hay cernícalos, verlos volar es una gloria, y oír su canto, una maravilla.

Y ahora estamos en plena temporada de regalos y sorpresas, están de puesta, ya van 3, cada 2 días, desde el 21, 23 y 25 de abril. Es algo indescriptible, inmenso, abrir la ventanita y ver el milagro cotidiano de la vida, tan natural para ellos, tan especial para nosotros, en este año, con todo lo que estamos sufriendo, han sido la esperanza, la alegría, la serenidad, para muchas personas, gracias a Ana, y su hermoso corazón.

Y bueno, luego les ponemos nombres, el legendario Cabeza Gris. Chiquito, del año pasado, la alegría del 2020, que nació el último y se tragaba todo lo que pillaba, incluso se lo quitaba a sus hermanos mayores, qué fortaleza y qué ganas de vivir, impresionante.

Luego seguimos sus aventuras diarias, hasta que empiezan a saltar al tiestito morado, luego al de rayas rojas y blancas, y llegan al borde del balcón…

Pero eso lo vais a vivir este año si os asomáis a la ventana de Ana Ruiz @anaruize en tuiter, seréis muy bien recibidos 💗

Harto ya de estar harto ya me cansé…

https://youtu.be/4NtxGwfIpgE

Con Serrat de fondo, no voy a enumerar los motivos que tengo para estar hartísima de todo, que muchos son compartidos y ya los sabemos, y para qué hacer más herida.

Me gustaría más poder dar y recibir ideas contra el hartazgo, porque necesito buscarlas, encontrarlas y en su medida poder realizarlas, y soñar y pensar en eso me da mucho oxígeno.

Empiezo con qué me gusta, qué puedo hacer entre lo que me gusta, qué necesito hacer, cómo lo haré y cuándo.
Muy básico, verdad? Pues no tanto, elegir entre lo que sueñas, deseas, necesitas no es tarea fácil, y cuando has elegido, viene el cómo cuándo y dónde. Para tirarse un buen rato, un buen, muy buen rato, de los mejores ratos y de la mejor calidad que podemos darnos. Bajar tensiones y subir ánimos. Soñar.

Y para terminar, una escena que también tiene que ver mucho: en la película Network, ¡apaguen sus televisores!! ¡Estoy más harto…!!!

https://youtu.be/uSEfhWfrrOQ

Brotes

Llega suavemente el otoño, con su dulce color de lo vivido, color de próximo pasado, de lo que será ausencia en los árboles, que guardarán como un tesoro su esencia adormecida para volver a vivir.

Huele a rojo y amarillo, a marrón, a castañas, a piñas en la hoguera, a naranjas, granadas y setas, a bufandas y mantitas, a calcetines, a abuelas, a calor, a casa.

Se van los pájaros, vienen otros, se van las hojas, otras nos cubren, como oleadas de vida, ajenas a nuestros pesares.

La naturaleza da lecciones de supervivencia constantemente, y si no nos bajamos del pedestal ni nos quitamos el abrigo de la soberbia, ni aprendemos que formamos parte de ella, que somos uno más, estaremos condenados a repetir errores cíclicamente, también. Solo que llevamos ya demasiadas oportunidades y se agotan los cartuchos de dispararse al pie.

Escribo todo esto porque mi jazmín, poco después de podarlo, ha echado dos brotes, y quiero pensar que es un mensaje, un aviso, un guiño de esperanza, y quiero aprender a ser naturaleza, aprender a adaptarme y sobrevivir como ella, ser brote.

Círculos

Me hubiera gustado trabajar de lo que estudié y ser una mujer independiente, pero mis padres nunca valoraron lo que hice. Luego tu padre no podía consentir que trabajara, porque podrían entender que no podía mantenernos. Luego ya era mayor…
Qué te gusta, no te gusta pintar? Tocar el piano?
Es que… Pero…
Lo que te pasa es que quieres hacer algo perfecto y deslumbrante, y no soportas hacer unos garabatillos para tí, para tu gusto y placer, aunque lo rompas después. Solo piensas en el resultado y solo admites un resultado: la perfección, y la perfección no existe, el mundo es imperfecto, tu y yo somos imperfectos, no se puede luchar contra la evidencia, vas a perder, te lo vas a perder todo,todo lo bueno que hay. Hay que admitirlo, asimilarlo, incluso disfrutarlo, disfrutar de todo al máximo.

Historia de una vida frustrada, una espiral asfixiante, un bloqueo mental de «peros» y «esques» que te llevan de vuelta al inicio, a depender, depender de lo que opinen los demás, de miedo a dar el paso, de la falta de decisión, de la anulación de toda una vida.

Placeres

Eran las 12 menos veinte, Mercedes se atusó el pelo, se lo recogió con una gomita, se colocó coquetamente un pañuelito tapando las canas que ya asomaban sin la menor piedad, se pintó una rayita en los párpados, se lavó las manos, se plantó la mascarilla cuidadosamente y se sonrió, porque se puede estar jodida, pero no hay por qué descuidarse. Como decía su abuela: «Hay que ir siempre arreglada. Nunca se sabe cuándo te puede atropellar un camión, y te tienen que operar de algo…»
Bajó en el ascensor con un papel para no tocar nada ni con los guantes.
Entró en el súper. Buscó a Paco con la mirada, qué difícil cuando todos llevaban tanta protección tapando las caras. Ahí estaba, delante de las fresas con su mirada luminosa por haberla encontrado también a ella. Le preguntó por señas si le gustaban, asintió, las cogió. Ella le enseñó una piña, él puso los ojos en blanco, la cogió. Fue a la sección de dulces, ella miró a los bombones de licor, él los cogió, ella buscó champán, él le guiño un ojo, ella lo cogió. Él le enseñó un bourbon, ella le hizo un 4 con los dedos, era el Four Roses, claro, ambos se rieron en la distancia, como chiquillos. Ella desapareció un momento, él la buscó intentando esquivar a las demás personas y mantener las distancias. Mercedes le esperaba en perfumería intentando encontrar su colonia favorita. Paco le hizo unas divertidas muecas para darle pistas, las carcajadas resonaron en el discreto silencio del establecimiento, poniendo la nota de color que tanta falta les hacía, a todos. Al final los demás clientes se habían dado cuenta de su juego y les miraban con un punto de ternura.
Se pusieron cada uno en una caja, para poder seguir mirándose, mientras esperaban, con la compra del otro, para poder comer y brindar y hasta sentir el aroma del otro.
Pagaron, se despidieron con la mano y la dulce y triste mirada del final de un momento mágico que no sabían si podrían repetir pronto.
Tiraron por caminos opuestos con esa sensación agridulce en el corazón que hace sentir calorcito y a la vez el frío de volver a la soledad y a la gran incertidumbre, pero también esperanza e ilusión.

Límites

-No me digas que esto no es irreal, no me digas que no piensas en lo surrealista de esta situación.

-Varias veces al día.
Por eso necesito evadirme todo lo que pueda, sin perder el contacto, pero relajando tensiones innecesarias, porque para qué, si total no puedo hacer nada, a parte de seguir las instrucciones para cuidarme y cuidar.

-Lo malo es Petrita, que no se cómo evolucionará, porque a estas edades le cuesta mucho más asimilarlo.

-Está teniendo una reacción bastante buena, pasado el estupor primero, y el intento de asustarse, que sofoqué en su origen, porque no me quiero imaginar aquí solas con una persona con ansiedad por costumbre. Lo que la he ayudado no está en los libros, qué fácil hubiera sido si se hubiera tratado a tiempo, descubrir que se puede cambiar de mentalidad si se quiere. Que todos esos pensamientos oscuros que parece que disfruta provocando, se pueden soplar como un mal viento. No son consejos para nadie ni experiencia para nadie. Es el caso que vivo y cómo intento ayudar, unas veces mejor y otras peor, pero cada «mejor», ponemos una barrera a la costumbre de entrar en barrena y acabar en drama, rompemos la costumbre de reaccionar de esa forma tan perniciosa para todos.

-Es que me parece increíble.

-Y a mi. Antes ni me lo hubiera planteado, ni me lo hubiera creído, que cambiando yo podría cambiarlo todo.

-No, ni yo, desde luego.

Rarezas

Todos somos raros, todos tenemos nuestras manías, nuestras paranoias, temores y afecciones. Me recuerda a los nombres de los cafés tradicionales en Málaga, hay 10. Y eso sin ponerle flores, cremas, lechugas y aditamentos varios, que entonces habría «cienes».
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Y eso es lo bonito, que haya mil rarezas, porque todos somos raros, únicos y especiales. Las rarezas agrupadas son lo que llamamos «normalidad», si varios de nosotros compartimos alguna rareza, lo llamamos «como dios manda», varios «como dios manda» hacen un «normal», varias normalidades son un «todo el mundo», varios «todo el mundo» son un «de toda la vida de dios», y no, no quiero. No quiero perderme nada de lo especial que teneis todos, porque no aprendo, y si no aprendo, y no comparto tampoco mis «defectos», para qué sirve un mundo así?
Eso es control, porque controlados somos más manipulables. La sociedad normalizada tiene que protegerse y defenderse ante la osadía del que se atreve a ser diferente, lo ven como una peligrosa amenaza. Por eso pretenden convencernos de que cobijarnos bajo un uniforme, una etiqueta, nos protege y hace felices, y afuera, ya se encargan de joderte la vida, a modo de escarmiento.
Con lo bonito que es lo diferentes y diversos que somos y cómo cada uno interpreta la realidad, su realidad, y cómo compartiendo las anormalidades aprendemos y nos enriquecemos en mente y espíritu. Pero eso sería libertad, disfrutar y empatizar, y no conviene.
Mira, mientras no nos hagamos daño, prefiero ser rara y me encantan vuestras rarezas.

Salidas y entradas

Escribo ésto hoy, con el día del migrante de fondo, recordando con el alma encogida cómo me contó mi madre su exilio en un país extranjero, siendo niña, porque la situación aquí, en guerra, se volvía insostenible y se pensó en evacuar a todos los niños posibles de toda España. De cómo unos padres se despedían de sus hijos sin saber si se volverían a ver. De cómo unos niños se despedían de sus padres sin saber ni cómo ni por qué, tan solo que era por su bien, pero si su bien estaba con sus familias, sus compañeros de colegio y juegos, su barrio, su pequeño universo cálido y acogedor… Pasar mil penurias en aquel viaje en un barco espantoso con una enorme cruz roja en cubierta, con temporal en el Golfo de Vizcaya y con los nazis bombardeando. Y esos niños solos…
Luego se me ha ido el recuerdo a mi abuelo, otros tiempos, otras circunstancias, parece que aquí siempre hemos estado igual, crónicamente igual, otra crisis, otra necesidad. Unos tíos de mi abuelo envían al hijo mayor a Cuba, 14 añitos, una mano delante y otra detrás, consigue llegar vivo porque no sé qué mal le entró por el camino, pero salió adelante. Poco a poco se van yendo sus padres, los padres de mi abuelo y él, y pasa un buen tiempo allí, estudia y todo. Fueron volviendo algunos. Otros no volvieron.

Esta es una simple historia de una simple familia más de los miles y miles que podéis encontrar a nada que preguntéis. Y ahora ocurre otra vez, de nuevo el ciclo cruel de despojarnos de la esperanza y la supervivencia a inocentes por haber cumplido con el deber, en cualquier país, en cualquier lugar, de repente, nos lo quitan todo, un día amaneces y no tienes nada y no sabes ni por qué.

Piénsalo un poquito, tan solo un poquito, un minutito.
Piensa lo grandes que son las salidas y lo pequeñas que son las entradas.

 

puerta cerrada[1]